La plaza, como lugar de relación y punto de encuentro, presta especial atención a los espacios intermedios. Genera estancias acogedoras, multifuncionales, ajardinadas, en sombra, protegidas del viento,… La topografía de la plaza, adaptada a todas las rasantes perimetrales, garantiza la accesibilidad con las calles adyacentes y entre los distintos estratos del comercial (p. baja) y oficinas (p. 1ª y 2ª). Espacio libre sobre el aparcamiento, que convierten este lugar en un hojaldre de distintas funciones superpuestas. Como la acción de un faro, este espacio libre irradia relaciones con el entramado circundante: mirador hacia la avenida de Mesa y Lopez, conexiones peatonales con las manzanas adyacentes, interrelaciones entre las edificaciones existentes y las planeadas o proyectadas por el plan general. Los pasajes se configuran mediante tres piezas de viviendas (p. 4ª a 10ª) que juega un papel determinante en la trama de la ciudad, landmark de luz reflejada de gran potencia visual, cuyas aristas verticales reflejan solidez; la geometría tallada de sus plantas apiladas y sus terrazas plegadas transmiten ligereza a la vez que ofrecen una imagen contundente. La luz natural se filtra hasta el interior de las oficinas y estancias, en un juego de reflexión de luz y color, reflexiones precisas de la luz sobre los paneles de aluminio efecto espejo acentúan la imagen singular de la propuesta. Secuencias de escenarios donde la captación de la luz solar, la posibilidad de reflejos visuales cruzados,… cautivaran al usuario.
Como en un ballet realizado desde la sencillez de ciertos movimientos, las acciones y decisiones tomadas en la propuesta, construyen un conjunto armónico, integran la articulación de las edificaciones con la plaza y el entorno próximo. El proyecto aúna complejidad y dinamismo, configura la manzana de modo atractivo, con un resultado mágico y comprometido, paradigmático e innovador, responsable, adecuado y oportuno para esta zona de la ciudad.